James Leyland Kirby en el Espacio Cultural Caja Madrid (Barcelona, 23/IV/2010)
Kirby con atuendos a lo Martin Rev nos introdujo en su obra memorística confesando que no recordaba, paradójicamente, nada de lo acontecido durante la última semana debido al abuso de alcohol, e invitando al personal a dar continuidad al desmadre una vez terminado el ¿directo?
Conociendo los proyectos a presentar de James Keyland Kirby y siendo advertidos de su previo espectáculo en Madrid, no esperábamos de su concierto en Barcelona más que a un personaje políticamente incorrecto que se limitaría a ejecutar un playlist desde su laptop acompañado de Jorge Ballarin como responsable de las visuales. Y así fue, un Kirby con atuendos a lo Martin Rev nos introdujo en su obra memorística confesando que no recordaba, paradójicamente, nada de lo acontecido durante la última semana debido al abuso de alcohol, e invitando al personal a dar continuidad al desmadre una vez terminado el ¿directo?. Ciértamente la única interpretación instrumental de este exéntrico autor fue darle al play a una lista de canciones pertenecientes a los álbumes de The Caretaker y Leyland Kirby, Teniendo en cuenta que éstos son proyectos con escasos pasajes vocales, nos sorprendió cantando una canción con el habitual filtro de voz estropeado de V/Vm, firma desde la cual pervertió en su día un sinfín de hits poperos como el célebre «[Lady in Red]()» o el irritable «[Forever Young]()«.
El concierto consistió en la reproducción de seis o siete temas largos con iTunes u otro software similar, algunos más acordes con The Caretaker y otros con Leyland Kirby, aunque no resulte clara su delimitación. Paisajes urbanos entremezclados con fotografías autobiográficas — que para nuestro infortunio se repetían una y otra vez — como interpretación visual de su evocación a la memoria, la suya en concreto. La misteriosa belleza de estos nostálgicos mashups requieren una cierta sensibilidad que se veía contrastada con la actitud de rockstar que profesaba el resacoso músico, acentuada con sus enormes gafas de espejo y su camiseta plateada de spantex. Explicado así no resulta muy atractivo, pero al que escribe el show le resultó suficientemente interesante.
A la salida algunos asistentes se sentían indignados por la falta de música en directo. Pero eso es pedirle peras al olmo. La propia naturaleza del computerized ambient releva a un segundo plano la interpretación en directo. Así que poco importa si estamos escuchando un CD o la mezcla a tiempo real de pistas pregrabadas. Al fin y al cabo el aura presencial del artista y la predisposición receptiva del público es lo que conforman la experiencia musical del directo. La tradición conciertística nos conduce a mirar hacia el artista y exigirle que suceda algo en ese instante y de manera irrepetible. Pero este comportamiento en la música hecha con ordenador sólo provoca frustración en el espectador, por muy buenas que sean las visuales. Este instrumento musical todavía tiene pendiente que nos desvinculemos de esa actitud heredada de otros géneros para los que sí resulta adecuada. Apuesto a que Kirby sabe que lo que más molesta es que nos engañen y no trató de disimular su inactividad Sentado en una mesa con la cabeza reposando sobre su mano y observando las proyecciones como un espectador más, el músico parecía indicarnos que sus directos pueden resultar absurdos si olvidamos que sirven para generar una situación a la que acudimos para prestar atención a cierta música durante un cierto tiempo, y en donde nuestra predisposición a la receptividad es superior a la de nuestros hogares.