La música del luto
En el entierro de las víctimas este domingo en Cracovia tocarán los Filarmónicos de Berlín. Ojalá escuchemos algo más que el Requiem de Mozart.
La semana negra. En estas páginas llevamos informando sobre las muertes desde la semana pasada (McLaren, Reid) y ahora el accidente trágico en Polonia. Los que atestiguamos esa catástrofe, sin duda enorme y dolorosa, podemos también observar unos fenómenos culturales insólitos. Como parte de las exequias, los medios de comunicación en Polonia celebran su “luto nacional”, de facto, oficialmente declarado por el presidente en funciones. La ley precisa las formas institucionales de esta situación extraordinaria, aunque no detalle las formas del comportamiento, ni de estética de duelo tras la muerte de decenas de políticos y cargos estatales. Ante este vacío, los ciudadanos, como siempre, “espontáneamente” interpretan lo ocurrido. O más bien debemos decir que durante el luto son los medios de comunicación que deciden sobre los colores, matices, ademanes y – como no – tonos musicales.
Y la música del luto es… clásica. Según la radio nacional que en los primeros días del shock tras la catástrofe, se limitaba a poner las condolencias separadas por las marchas fúnebres en un constante loop, las inmortalizadas obras “mortales” de Albinioni, Chopin, Mozart…De pronto hay un solo réquiem, un solo nocturno, un solo adagio. Los cinco canales, normalmente con programación musical muy delimitada y diversificada – desde Ricky Martin en la 1, Pearl Jam en la 3 hasta Jordi Savall en la 2 – de repente pierden su capacidad de distinción, selección, sintonización y proyección. El tono exclusivo es solemne, patriótico, austero y sobre todo lento, porque a ninguno de los programadores le cabe en la cabeza que el ritmo de las canciones/piezas podría ser más que moderatoestos días. Las emociones del pueblo deben encauzarse en la “reflexión, silencio y memoria”. Más fuerte que nunca oímos el desgarrado romanticismo en exclusiva para la banda sonora de la tristeza nacional, aunque de la programación normal haya sido casi desterrado, salvo las radios especializadas “clásicas”.
Días después el ambiente social empieza a corromperse. ¡Y la música también! La crispación del pueblo alrededor del entierro del fallecido presidente (se merece o no el panteón nacional) parece abrir las heridas y antiguas antipatías. Las radios más comerciales “se atreven” con las pálidas baladas de Madonna (“Bedtime Stories”), el llanto ñoño de George Michael “I’m Never Gonna Dance Again”, las confesiones de corazones adolescentes “It Must Have Been Love” de Roxette o incluso recuerdan los antiguos hits de Marillion “Kayleigh, is it too late too say I’m sorry”…Los éxitos consagrados pop, nada de novedades. Como si la muerte nos hiciera viajar en los tiempos. La radio nacional 3, antes más “indie”, ahora pone “el grupo más triste del mundo” – Radiohead intercambiándolo con Sting o…Simply Red . La radio 2 vuelve a su afición de música antigua, pero solo en clave ars sacra.
A la pérdida de personas habrá que añadir la pérdida de amor por la música. Falta lenguaje para describir tanta desgracia, ¿pero que falte lenguaje musical para acompañar este acontecimiento? La política del luto refleja la moderna incapacidad de percepción de la música de forma integrada, sin “alta”, “baja”, “clásica” o “folk”. En tiempos de crisis como ésta la vuelta al siglo XIX parece ser la única consolación a las almas en pena. O más bien su exasperación.
Los clichés, las etiquetas y la pauperización de la estética contemporánea llegan a triunfar a pesar de numerosas despedidas que fueron anunciadas a lo largo de las últimas décadas a estas exclusiones, clasificaciones y encierros de antaño. El puritanismo eclesiástico se impone irremediablemente y poco podemos hacer, incitados por las voces mediáticas para bajar las cabezas y echarnos cenizas. Junto con la cancelación de todos los conciertos, obras de teatro y películas en cine durante esta semana negra, la sociedad en luto se niega a sí misma experimentar una katharsis, encerrando sus sentimientos en una jaula romántica. Ya no conviene el jazz que tantísima carga emocional tiene precisamente en el país polaco, tampoco podemos expresar nuestras emociones más fuertes con rock… ¿Acaso ante la muerte no sentimos más que solemnidad a tempo moderato? ¿Es verdaderamente la música puramente estética y cuando hace falta condecorar la muerte con unos sonidos, los únicos predestinados a esta tarea son los temas lentos?
En el entierro de las víctimas este domingo en Cracovia tocarán los Filarmónicos de Berlín. Ojalá escuchemos algo más que el Requiem de Mozart.
Kalina